sábado, 19 de noviembre de 2011

Científicos crean luz de la 'nada'

“Se sabe que en el antiguo imperio babilónico, sus científicos conocían las fuerzas magnéticas y las sabían usar. Aparentemente ellos conocían algún medio para usar la electricidad que desconocemos, y que no era tan burdo como el nuestro, consiguiendo iluminar sus velas con un “fuego frío más brillante que la luna” lograban iluminar sus edificios y templos” (Taylor Caldwell).

Recién ahora parece que los científicos están aprendiendo a usar esa técnica, como nos señala esta noticia aparecida en RT:

Un grupo internacional de físicos dirigido por Chris Wilson de la Universidad Tecnológica de Chalmers en Gotemburgo, Suecia, realizó un experimento inusual en el que lograron obtener luz prácticamente de la 'nada'.

Los científicos explicaron que obtuvieron fotones de luz manipulando espejos en un espacio vacío absolutamente oscuro. Afirman que su experimento se convirtió en una comprobación bastante inusual de la teoría de la mecánica cuántica.

Según esta teoría, el vacío absoluto no existe. Si se crea un vacío ideal, quitando toda la materia y la radiación electromagnética, estaría lleno de partículas y antipartículas que van apareciendo constantemente pero duran tan poco tiempo que prácticamente no se las puede registrar. Y lo que es aún más extraño, estas partículas pueden tener un efecto en el mundo real.

Aunque los investigadores todavía no han comprobado experimentalmente si estas partículas, que por efímeras se consideran virtuales, realmente existen. En teoría, comprobar su existencia se podría hacer utilizando el efecto dinámico de Casimir, que supone la generación de pares de fotones a partir del vacío cuántico inducido por un cuerpo en movimiento acelerado.

Entonces, utilizando un espejo que se mueve a una velocidad cercana a la de luz, su energía de movimiento se sumaría a la de los fotones virtuales hasta convertirlos en reales, luego de lo cual el espejo podría reflejar una irradiación en forma de un rayo de luz real.

Pero como no se pueden mover espejos reales a tan alta velocidad, los científicos utilizaron sensores especiales para campos magnéticos. Al hacer vibrar el campo electromagnético, se simuló el movimiento del espejo. En este momento los fotones de luz surgían “de la nada” y eran registrados por estos sensores. Para distinguir los fotones de luz de otros fotones térmicos que se surgían a lo largo del experimento, este fue realizado a temperaturas muy bajas.

Los autores del descubrimiento explican que si se logre comprobar con otros experimentos que este proceso es posible, el hallazgo podría hacer una revolución en los rubros energéticos y otros sectores.

jueves, 17 de noviembre de 2011

Sin la oración es imposible la salvación

“Rezad, rezad y no dejéis jamás de rezar; porque si rezáis, será cierta vuestra salvación; pero si dejáis de rezar, será cierta vuestra condenación”

San Alfonso de Ligorio, Doctor de la Iglesia

domingo, 13 de noviembre de 2011

Las tres profundidades de la Revolución: en las tendencias, en las ideas, en los hechos

1. LA REVOLUCIÓN EN LAS TENDENCIAS

Como vimos, esta Revolución es un proceso compuesto de etapas, y tiene su origen último en determinadas tendencias desordenadas que le sirven de alma y de fuerza propulsora más íntima[1]. Así, podemos también distinguir en la Revolución tres profundidades, que cronológicamente hasta cierto punto se interpenetran.

La primera, es decir, la más profunda, consiste en una crisis en las tendencias. Esas tendencias desordenadas por su propia naturaleza luchan por realizarse, no conformándose ya con todo un orden de cosas que les es contrario; comienzan por modificar las mentalidades, los modos de ser, las expresiones artísticas y las costumbres, sin tocar al principio, de modo directo —habitualmente, por lo menos— las ideas.

2. LA REVOLUCIÓN EN LAS IDEAS

De esas capas profundas, la crisis pasa al terreno ideológico. En efecto —como Paul Bourget lo puso en evidencia en su célebre obra Le Démon de Midi— “es necesario vivir como se piensa, so pena de, tarde o temprano, acabar por pensar como se vive” [2]. Así, inspiradas por el desarreglo de las tendencias profundas, irrumpen nuevas doctrinas. Ellas procuran a veces, al principio, un modus vivendi con las antiguas, y se expresan de tal manera que mantienen con éstas un simulacro de armonía, el cual habitualmente no tarda en romperse en lucha declarada.

3. LA REVOLUCIÓN EN LOS HECHOS

Esa transformación de las ideas se extiende, a su vez, al terreno de los hechos, donde pasa a operar, por medios cruentos o incruentos, la transformación de las instituciones, de las leyes y de las costumbres, tanto en la esfera religiosa cuanto en la sociedad temporal. Es una tercera crisis, ya enteramente en el orden de los hechos.

4. OBSERVACIONES DIVERSAS

A. Las profundidades de la Revolución no se identifican con etapas cronológicas
Esas profundidades son, de algún modo, escalonadas. Pero un análisis atento pone en evidencia que las operaciones que la Revolución realiza en ellas de tal modo se interpenetran en el tiempo, que esas diversas profundidades no pueden ser vistas como otras tantas unidades cronológicas distintas.

B. Nitidez de las tres profundidades de la Revolución

Esas tres profundidades no siempre se diferencian nítidamente unas de las otras. El grado de nitidez varía mucho de un caso concreto a otro.

C. El proceso revolucionario no es incoercible
El caminar de un pueblo a través de esas varias profundidades no es incoercible, de tal manera que, dado el primer paso, llegue necesariamente hasta el último y resbale hacia la profundidad siguiente. Por el contrario, el libre arbitrio humano, coadyuvado por la gracia, puede vencer cualquier crisis, como puede detener y vencer la propia Revolución.

Describiendo esos aspectos, hacemos como un médico que describe la evolución completa de una enfermedad hasta la muerte, sin pretender con ello que la enfermedad sea incurable.

Plinio Corrêa de Oliveira, Revolución y Contra-Revolución

Puede leerse el libro en línea en el siguiente enlace: Revolución y Contra-Revolución


[1] Cfr. Parte I, cap. III, 5.

[2] PAUL BOURGET, Le Démon de Midi, Plon, París, 1914, vol. II, p. 375.

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